El país debe asumir los retos de la globalización y la RAPE (Región Administrativa y de Planeación Especial) se convierte en el instrumento de ordenación del territorio que permite enfrentar de manera coherente, lógica y óptima los múltiples desafíos que ésta entraña. La RAPE es un instrumento para enfrentar de manera eficiente y eficaz el desarrollo económico y social del territorio y brinda alternativas de solución a problemas y conflictos. Una herramienta apropiada para la optimización de los recursos en todos. Es una visión conjunta y planificada del territorio, que supera límites administrativos y políticos, genera calidad de vida a los habitantes a través de las dimensiones económica, social y ambiental, un modelo regional que pretende garantizar derechos ciudadanos y el equilibrio en el territorio.
En el esquema asociativo RAPE, la suma de fortalezas y el manejo articulado de debilidades y problemas, se convierte en una oportunidad de transformación de territorio, de su manejo equilibrado, garantizando la gobernabilidad, la sostenibilidad, la sustentabilidad ambiental, manifiesta en el respeto por los recursos naturales, su protección, conservación y restauración.
La RAPE CENTRAL, desde la perspectiva económica, de productividad de bienes y servicios, hace la articulación perfecta, en aras de una competitividad especializada, puede hacer de la seguridad y soberanía alimentaria, una de sus fortalezas. El reto está a la vista: necesidad de especializar la región, cualificar a la ciudadanía para atender la demanda nacional e internacional, modernización e innovación tecnológica, recuperación del saber ancestral en materia de producción agrícola y orgánica y, por supuesto, protección del suelo rural. Para que cumpla con su objetivo, debe estar permeada por la participación ciudadana con decisión. Los habitantes, en ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, tienen que ser parte de su construcción desde el comienzo. Sólo así se garantiza su permanencia en el territorio, el respeto por la historia, la identidad y los valores culturales. Con participación, las potencialidades del territorio son mayores, la gente que lo ocupa es quien lo conoce, lo explota, lo usa, lo ama. No involucrar a la ciudadanía es permitir que algunos sectores privados hagan del territorio un objeto de conquista, de intereses particulares, que con capital y poder terminen despojando a los habitantes del suelo, para constituir allí sus emporios.
El territorio cobra un valor significativo, determinante para la sobrevivencia de los pueblos, la disminución de la pobreza, del hambre y la garantía de vida de generaciones futuras. Enfrentar los efectos del cambio climático, la prevención y mitigación del riesgo, el uso que se dé a los recursos naturales, al agua en particular, la planificación del uso del suelo y la ocupación del territorio, dependen de la voluntad política de los gobernantes, la transparencia, información, socialización e incidencia de la ciudadanía en el ordenamiento, lo que debe hacerse de manera colectiva, donde todas y todos tengan cabida, con enfoque diferencial, para garantizar la efectividad de los derechos. Actualmente, la planificación con la ciudadanía en todas sus etapas es una necesidad, para hablar de gobernabilidad y gobernanza. No hacerlo, en el caso de la RAPE CENTRAL, es incurrir en un enorme error, porque la no apropiación de la propuesta por los habitantes es una puerta abierta al fracaso, al conflicto, razón por la cual, el Consejo Territorial de Planeación Distrital considera pertinente que desde ahora, se consulte a la comunidad, se le informe sobre la propuesta, sus objetivos, ejes estratégicos, proyectos por ejecutar y aquellos que ya están en curso en las entidades territoriales, ventajas y beneficios, con el fin de enriquecerla con sus aportes y así dar viabilidad a este modelo de planificación y ordenamiento, que en su manifiesto e intención es excelente y, sin duda, necesario.
Presidenta CTPD