Es posible que en el área denominada como borde norte de Bogotá –zonas rurales de las localidades de Suba y Usaquén–, se localicen algunos de los elementos agroambientales y culturales más valiosos de la capital colombiana. Los cerros nororientales de la ciudad y sus ecosistemas de bosque alto andino, la Reserva Thomas Van Der Hammen y su potencial para la conectividad ecológica, suelos agrológicos tipo II y III de excelsa calidad propicios para el cultivo de alimentos representados en la UPR Norte en Suba, el Santuario de Fauna y Fauna Bosque de Las Mercedes contenedor del último relicto de bosque primario de sabana inundable de toda la región, la Hacienda La Conejera como bien inmueble de interés cultural nacional, y un puñado de humedales, entre otros, dan testimonio de ello.
No obstante, su gran valor territorial se ve contrastado por una fuerte vulnerabilidad que se cierne sobre los procesos de expansión urbana, amenazando con reducir a pequeñas áreas verdes inconexas y disfuncionales ecológicamente una enorme porción del territorio norte rural y de protección ambiental de Bogotá. La inconveniencia de propiciar la conurbación del Distrito Capital con sus municipios aledaños al norte, desarrollar proyectos inmobiliarios en una de las pocas áreas rurales planas que aún conserva la ciudad, y fragmentar la conectividad ecológica de la Van Der Hammen con el proyecto urbano Ciudad Lagos de Torca –además de aumentar la demanda hídrica para una población cercana al medio millón de habitantes–, debe alertar a la ciudadanía bogotana de cara a la revisión general ordinaria del POT de la ciudad.